lunes, 8 de octubre de 2012

Arquitectos de Ayer y de Hoy XI - Le Corbusier

         El pasado día 6 de noviembre se conmemoró el 125 aniversario del nacimiento del que fuera el máximo exponente de la arquitectura moderna.


          (Charles-Édouard Jeanneret; La Chaux-de-Fonds, 1887 - Cap Martin, 1965) Arquitecto francés de origen suizo que fue, junto a Walter Gropius, el principal protagonista del renacimiento arquitectónico internacional del siglo XX. Además de ser uno de los más grandes renovadores de la arquitectura moderna, fue un incansable agitador cultural, labor que ejerció con pasión a lo largo de toda su vida. Con sus escritos se ganó una merecida fama de polemista y aportó un verdadero caudal de ideas innovadoras que han hecho que su obra influya decisivamente en la arquitectura posterior.

          Con una formación tan sólo artesanal, construyó su primera casa a los diecisiete años. Aprendió después con los mejores arquitectos de su época: Joseff Hoffmann, Auguste Perret y Peter Behrens. En 1919 fundó con Amadée Ozenfant el purismo, una derivación del cubismo. También había creado una revista, L'Esprit Nouveau, desde la que lanzaba sus proclamas contra la Escuela de Bellas Artes y fustigaba los dictados de una tradición anquilosada y obsoleta.

          En 1921 Le Corbusier publicó un artículo en el que exponía un concepto totalmente nuevo de vivienda. Para guardar concordancia con su tiempo, la casa debía ser una "máquina para vivir" y homologarse al resto de bienes que configuran la sociedad tecnológica. Con ello no defendía la estética ni el espíritu maquinista, sino que trataba de hacer una casa tan eficaz funcionalmente como lo eran las máquinas en las tareas para las que habían sido inventadas.

          La vida moderna traía consigo una serie de exigencias cuya satisfacción era imposible encontrar en la pervivencia de la arquitectura tradicional; había por ello que adecuar la arquitectura a la civilización industrial. "Nosotros gustamos del aire puro y del sol a raudales... -afirmó-. La casa es una máquina de vivir, baños, sol, agua caliente y fría, temperatura regulable a voluntad, conservación de los alimentos, higiene, belleza a través de proporciones convenientes. Un sillón es una máquina de sentarse... los lavabos son máquinas para lavar... El mundo de nuestro quehacer ha creado sus cosas: la ropa, la estilográfica, la cuchilla de afeitar, la máquina de escribir, el teléfono... la limusina, el barco de vapor y el avión."

          Así, pues, era absolutamente necesario crear también una nueva arquitectura, y Le Corbusier la fundó en torno a cinco puntos básicos: utilización de pilares (elementos de sustentación), jardines en el tejado, libre conformación de las plantas, ventanales continuos y libre formación de la fachada, todo ello dentro de un estricto orden geométrico como único generador de "volúmenes puros". Estas soluciones pasarían a ser las características fundamentales y paradigmáticas del racionalismo arquitectónico.

          La utopía de Le Corbusier fue crear una nueva realidad urbana, una ciudad que fuera una síntesis entre naturaleza y desarrollo tecnológico. Para ello, arquitectura y urbanismo debían estar perfectamente integrados. Le Corbusier concebía el urbanismo como interacción del espacio de la civilización en el espacio de la naturaleza y su ciudad ideal, proyectada en 1922, está construida en vertical, dejando libres grandes zonas de la superficie del suelo, que se convierten en zonas verdes para discurrir por debajo de los edificios. Éstos se levantan sobre pilares, dejando las plantas bajas como espacios de libre comunicación. Los tejados, convertidos en jardines, dejan de ser espacios inútiles; las calles son de amplias dimensiones y el tráfico se organiza en grandes vías de circulación rápida, netamente separadas de las zonas para peatones.

La Ville Savoye (1928-1929)
         Ante el caos de los grandes centros urbanos, incapaces de absorber la imparable aglomeración de vehículos y personas, Le Corbusier soñó una ciudad de rascacielos conectados por jardines y autopistas, pero sus sueños eran sólo de papel y, aunque proyectó decenas de rascacielos, nunca construyó ninguno. En los años veinte, aun tenía que conformarse con la construcción de casas aisladas; una de éstas, que ha pasado a la historia como magnífico ejemplo del racionalismo corbuseriano, es la Ville Savoye (1928-1929, Le Possy), una aplicación de la casa sustentada por pilaress, relacionada con el exterior a través de grandes cristaleras y con los espacios interiores conectados.

          En el período de reconstrucción postbélica, Le Corbusier ideó una ciudad estructurada en unités d'habitation, elementos modulares de un nuevo desarrollo urbanístico. Su idea era construir grandes edificios de apartamentos dotados de los servicios necesarios para constituirse en unidades autosuficientes y su sueño encontró una fragmentaria realización en la Unité d'habitation de Marsella (1947-1952).

          El edificio, concebido como un gran armazón en el que se encajan las viviendas, contiene trescientos treinta y siete apartamentos dúplex; las plantas séptima y octava están reservadas a tiendas comerciales; la terraza alberga diversos equipamientos colectivos: gimnasio, pista de atletismo, teatro al aire libre, guardería y piscina, y en la fachada el cromatismo de las hornacinas de las ventanas y balcones, pintadas en azul, amarillo, rojo y verde, rompe la monotonía del hormigón.

          El inmueble pronto fue conocido en Marsella como "la casa del chiflado" y recibió numerosas críticas. A pesar de las muchas deficiencias que la realidad del funcionamiento del edificio puso en evidencia, constituyó el modelo de nueva arquitectura para toda una generación de arquitectos y muchas de sus ideas pasarían a ser de uso corriente en la construcción posterior. Le Corbusier siguió mejorando el proyecto durante toda su vida, aunque sólo se construyó otra Unité d'habitation en Nantes.

          Le Corbusier realizó planes urbanísticos para muchas ciudades, entre ellas París (1925), Argel (1931), Barcelona (1932), Estocolmo (1933), o Saint Dié (1945). En la Carta de Atenas (1943), su escrito más importante junto a Hacia una arquitectura (1923), Le Corbusier enunció los principios generales que inspirarían las nuevas tendencias del urbanismo moderno. Entre ellos destaca la apuesta por la edificación abierta que, al contrario de la planificación basada en manzanas cerradas, permite la concentración de viviendas en altura para dejar grandes espacios abiertos ocupados por jardines; además, Le Corbusier propugnaba la sectorialización de la ciudad, dividiéndola en áreas especializadas (comerciales, administrativas, lúdicas). Este ideal de ciudad ha sido construido por otros arquitectos en las periferias de las grandes ciudades, aunque a menudo estas realizaciones no son sino groseras banalizaciones de la fantástica utopía de Le Corbusier.

Fuente: Biografias y Vidas.

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